martes, 7 de mayo de 2013

"Espejito, espejito: Yo decido quién soy"


El video de YouTube más visto en las últimas semanas en el mundo es el de un ex dibujante forense de la policía de San José, en Estados Unidos, a quien se le pidió que hiciera una serie de dibujos de mujeres basados en las descripciones que ellas hacían de sí mismas. Él no tenía forma de verlas, pues estaban separados por una cortina. “Dime cómo es tu frente”, dice en el video con una voz calma y cálida, que hace pensar en un terapeuta; “y tu barbilla, y la forma de tu boca…”.  Luego, aún sin haberlas visto, hizo un segundo dibujo de cada una, solo que esta vez la descripción que él obtenía de ellas a través de la cortina provenía de otra persona.
Una vez terminadas ambas versiones, los dibujos fueron colgados uno al lado del otro. En el ciento por ciento de los casos el dibujo que provenía de la descripción que cada una hizo de sí misma muestra a una mujer definitivamente menos atractiva de la obtenida por la descripción del otro. Pero no solo eso, el segundo dibujo era, en todos los casos, mucho más cercano a la realidad que el primero.

La empresa que llevó a cabo este ejercicio descubrió en un estudio que tan solo el 4% de las mujeres nos consideramos bonitas. El resto tenemos una imagen negativa de nosotras.  

Las primeras preguntas que surgen son: ¿Por qué nos tratamos con tanta crueldad? ¿Bajo qué preceptos nos estamos juzgando? ¿Cuáles son las consecuencias de estos juicios? 

Es probable que al juzgarnos nos estemos midiendo con los estándares físicos de las modelos de las pasarelas, de las actrices de cine, de las presentadoras de televisión, asunto que a primera vista resulta ridículo e irrisorio. Cánones a los cuales aspiramos y que nunca llegamos a cumplir, ya que ese cúmulo de características son poseídas por tan solo un puñado reducido de mujeres en el mundo. Tipologías que además resultan estrechas y estandarizadas. Aun cuando la mayoría de nosotras sabemos que nunca seremos como ellas, no perdemos la oculta y desesperada esperanza de que, adquiriendo esa crema o ese lápiz labial, se producirá la mágica metamorfosis. Y como a pesar de nuestros esfuerzos nunca lo logramos, tenemos una constante sensación de fracaso. Esa imagen mermada tiene cientos de consecuencias en nuestra vida, en el trabajo, en el amor, en la familia, en nuestros logros. 
Pero creo que el problema es más profundo. La forma en que nos vemos supone siempre un observador externo que nos juzga. Nuestra belleza no es algo que surja de nosotras, sino algo que se mide en el efecto que produce en el otro. La imagen que miramos en el espejo no es nuestro yo, sino que es esa otra mujer que los otros ven o, mucho más relevante, esa otra que ’creemos’ ven los demás. Desplazamos nuestro centro y le entregamos al otro el poder de decidir quiénes somos. Puesto así, la desmedrada imagen que tenemos de nosotras resulta un asunto aun más grave. Porque nos deja en un estado de total exposición y fragilidad. Conozco mujeres que solo consideran que han tenido un buen día si han sentido, de una u otra forma, el efecto que producen en los hombres. Una sonrisa insinuante, una caballerosidad exacerbada o simplemente unos ojos detenidos en ellas por más tiempo del necesario. Y hablo de mujeres profesionales, inteligentes, briosas. Mujeres que bajo mis ojos resultan bellas porque están llenas de proyectos y de vida, no porque tengan las piernas largas y delgadas.

La conclusión que arrojan el experimento del dibujante y posteriores estudios, es que somos definitivamente más bellas de lo que creemos. Buenas noticias, sin duda. Levanto una copa para celebrarlo. Pero detenernos allí es seguir presas en la trampa que nos han (y nos hemos) tendido. Mientras sigamos entregándole al otro el poder de decidir quiénes somos y cómo somos, seguiremos expuestas. La próxima vez que se mire al espejo, piense no solo que es más linda de lo que cree, sino que es usted quien lo determina, es usted la que decide quién es.
Revista Mujer.