miércoles, 28 de marzo de 2012

"Fibromialgia: Emociones No Expresadas".


¿Qué es la Fibromialgia?

Se refiere a un trastorno musculoesquelético que se caracteriza principalmente por una fatiga extrema, rigidez variable de los músculos, tendones y tejido blando que los rodea, acompañado de un dolor persistente de los mismos. Al margen de estas características físicas encontramos otras de índole psicológico, como dificultades en el sueño, rigidez por la mañana, cefaleas, problemas con el pensamiento y la memoria (lagunas mentales), ansiedad, que imposibilitan mucho la cotidianidad de la persona que la padece.

¿Qué implicación tienen las emociones en la Fibromialgia?

Los malestares emocionales junto con su represión provocan un estrés elevado en el individuo, dicho estrés cuando no es controlado se hace crónico y es aquí cuando empiezan a emerger toda una serie de enfermedades, entre ellas la Fibromialgia.

Las personas que tienden al perfeccionismo, a la necesidad de ser valorados y amados por aquellos que le rodean, en definitiva, aquellos que buscan la aprobación en todo lo que hacen, tienden a dejar de hacer lo que les gusta por miedo a no ser entendidos, reprimen sus impulsos, sus pensamientos y sus emociones. Esto hace que su cuerpo viva en una constante tensión que traducida al lenguaje corporal se convierte en dolores de estómago, de cabeza, etc. Partiendo de esta premisa podríamos catalogar a la Fibromialgia como la enfermedad de las emociones no expresadas, cuyo principal síntoma es el dolor.

Suele darse en personas con grandes expectativas, perfeccionistas, responsables, pero a su vez obstinadas, rígidas en el trato, que no suelen dar su brazo a torcer. Evidentemente no todo el mundo es igual, siempre hay particularidades a tener en cuenta.

Dos grandes características de la personalidad que se asocian a pacientes con Fibromialgia son la ira y el orgullo reprimido, estas emociones negativas van muy de la mano del dolor al que se ven expuestas ¿quién no se enfada cuando se siente mal?. Suelen tener poca tolerancia a la crítica y no se ven como los describen. Cada desengaño o desilusión que sufren acaba representando una herida abierta que va apoderándose de su cuerpo. Tienden a tomarse cualquier cosa como un ataque a su persona y sobre todo hablan de incomprensión con respecto a su situación.

Dada las características emocionales y de personalidad que sustentan, cuando se enteran de que padecen un trastorno crónico tienen tendencia a caer en depresión. De repente se les desmorona el mundo que habían creado para ellos y todo lo ven negro.

Todas las enfermedades expresan algo, emocionalmente hablando, y para poder superarlas hay que partir de la aceptación. Debemos asumir que padecemos esta enfermedad para así poder integrar ese pensamiento en nuestro día a día y aprender a combatirla con la mejor de las voluntades. Una vez más la actitud que adoptemos ante los problemas que la vida nos plantea es determinante. En el momento que asumimos que el trastorno forma parte de nosotros, podemos replantearnos la vida y ser capaces de cambiar.

¿Cómo empezar a combatir la Fibromialgia?

Lo primero que debe hacer la persona es cambiar de estilo de vida, es básico bajar los niveles de estrés a los que ha estado sometido todo este tiempo y dejar aparcada la auto exigencia. Después debe aprender a establecer límites a su malestar emocional, o lo que es lo mismo, decir no sin sentirse culpable. Debe aprender a perdonar a las personas que considera le han agredido y sobre todo perdonarse a si mismo por exigirse tanto. Hay que tener algo muy claro, la felicidad no es algo que se encuentra por la calle, ésta está en el interior de cada uno de nosotros, y es algo que olvidamos con frecuencia.

Lo primordial es que se deje de ver como víctima y asuma la responsabilidad de sus acciones, pensamientos y emociones. El ser consciente de que soy responsable de lo que me pasa es el primer paso para la curación, porque si yo me lo he creado yo me lo puedo quitar si le pongo la actitud y perseverancia correctas.

Hay que trabajar la empatía como forma de mejorar las relaciones personales. Uno tiene que tener la capacidad de ponerse en la piel del otro y asumir que éste no tiene por qué pensar ni ver las cosas como lo hacemos nosotros. En el momento que se desarrolla esta capacidad las tensiones se ven muy reducidas. De la misma manera que trabajando la asertividad, es decir comunicarse diciendo siempre lo que uno piensa y siente sin entrar a herir a nuestro interlocutor, se llega a dialogar de forma que lo que en un principio pudo haber sido una defensa ante un supuesto ataque, se convierta en un diálogo sin presencia de tensiones emocionales que deriven en malestares físicos o psicológicos.

En definitiva la actitud es tomarse la enfermedad como una oportunidad para cambiar y crecer como persona, y no como una adversidad de la que no podemos salir.

Ciara Molina.
Psicóloga Cognitivo Conductual especialista en Gestión Emocional